martes, 17 de marzo de 2009

Y seguimos

Aquello iba de mal en peor, los dolores se agudizaban día a día, se me caían las cosas de las manos de lo que me dolían las muñecas y los codos, no podía levantar los brazos. Peinarme era un suplicio, lavarme la cabeza era una tortura, estaba cansada a todas horas, no podía dormir, me quedaba dormida de puro agotamiento, pero me despertaba en una hora porque las sabanas o el pijama me hacia daño. Mi vida matrimonial se deterioraba, cada día mas, por muy comprensivo que mi marido se mostrara yo veía que no entendía nada. Eso me martirizaba, los médicos acabaron por darme cócteles de medicamentos que no hacían remitir el dolor, me di cuenta que una de las pastillas era un antidepresivo y me enfade mucho, yo no estaba depresiva, aquello era real, yo no me imaginaba los dolores, la depresión la cogí por la impotencia de que no me solucionaban nada. Mis hijos hacían que yo me levantara todos los días, que tubería por que vivir. Llego un punto en el que no podía mas y cogí la baja medica por lo que la empresa en la que trabajaba tardo solo un par de manas en despedirme, y allí fue cuando toque fondo. Ya nada podía ir peor.

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